Por Vanesa Martínez
Desde que Ana, trabajadora de Acciona en el aeropuerto de Palma de Mallorca, decidió cubrirse, comenzaron los problemas para ella. Las consecuencias que ha tenido que asumir tras esta decisión han sido cinco sanciones disciplinarias, una baja médica por insomnio y ansiedad, y el posible despido por no acatar unas reglas injustas respecto a la vestimenta.
Ella es azafata de tierra, y antes de comenzar a usar el velo o hiyab se lo hizo saber a su jefe. Éste no le puso ningún problema, es más, se mostró dispuesto a ayudarla si tenía dificultades con sus compañeros de trabajo. Y efectivamente, Ana tuvo que soportar miradas y comentarios contra su persona y su decisión personal de usar el velo, desde el primer día que decidió cubrirse. Sin embargo, las grandes dificultades comenzarían a partir del segundo día, cuando su jefe le dijo que desde Madrid la empresa le había advertido que la política de la compañía le impedía usar el hiyab.
La trabajadora de Acciona siguió con su personal lucha, y eso le ha costado cinco sanciones disciplinarias y problemas de salud. Ella defiende su derecho a usar el velo, argumentando que hay compañeros suyos que llevan cruces visibles, algo contradictorio con la política de la empresa, que contempla que solo se pueden llevar elementos que forman parte del uniforme, por lo que tampoco se pueden usar símbolos religiosos o políticos.
Con el caso de Ana, la polémica desatada en otros países europeos ha llegado a España, donde las mujeres reclaman que respeten sus creencias y sus libertades. ¿Acaso la vestimenta influye en la forma de trabajar, en la eficiencia, o en la inteligencia?