Yusuf Fernandez

Agencia de Noticias de Ahlul Bait (ABNA) —
El periódico señala que Obama quiere reforzar a la que considera la
“oposición armada moderada”, que está liderada por el general Salim
Idriss, líder del así llamado Ejército Sirio Libre, y desea convertirla
en “lo suficientemente fuerte” como para negociar con el campo contrario
durante el período de transición política, que podría abrirse tras la
Conferencia de Ginebra-2.
El
segundo objetivo de Obama es el de hacer frente a Hezbolá y otros
grupos pro-iraníes activos en Siria. El tercer objetivo de esta
estrategia, según el Washington Post, es cortar la ayuda militar y
financiera a los grupos armados vinculados a Al Qaida, que están
considerados “extremistas o peligrosos”.
Para
la Administración estadounidense, el dominio que estos sectores
extremistas ejercen sobre el conjunto de la oposición armada siria es un
fenómeno indeseable y preocupante, porque ellos ponen en peligro
también a algunos gobiernos pro-estadounidenses en la región,
especialmente el jordano, que se halla en la cuerda floja. Es por ello
que Obama busca promocionar a Idriss, a pesar de que, como jefe militar,
sus éxitos han sido prácticamente nulos.
El mundo rechaza supuestas “pruebas” sobre las armas químicas
El
primer problema para EEUU, sin embargo, es que, según el Washington
Post, el pretexto utilizado por Obama para armar a la oposición, el de
la utilización por parte del gobierno de Damasco de armas químicas, no
convence a nadie, puesto que todo el mundo conoce la realidad gracias en
gran medida a los medios de comunicación alternativos e Internet.
“Responsables políticos y diplomáticos occidentales también reconocen
que la falta de transparencia socava la credibilidad de las afirmaciones
sobre las armas químicas,” señala el diario.
El
propio Washington Post publicó hace unos días un artículo de dos
expertos, Colum Lynch and Joby Warrick, que afirmaban que “no hay forma
alguna de probar la autenticidad” de las muestras presentadas por el
gobierno estadounidense a los países del Consejo de Seguridad como
“pruebas”. El artículo añade que las propias declaraciones de Obama
sobre el establecimiento de “una línea roja con respecto a las armas
químicas en Siria era un poderoso incentivo para que la oposición
fabricara tales evidencias”.
“Si
eres la oposición y escuchas que la Casa Blanca ha trazado una línea
roja sobre el uso de agentes nerviosos, entonces tienes interés en dar
la impresión de que algunas armas químicas han sido utilizadas,” dijo
Rolf Ekeus, un científico sueco que encabezó el equipo de inspecciones
armas de la ONU en Iraq en los años noventa, al Post.
Jean
Pascal Zanders, que hasta recientemente era investigador en el
Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea, dijo que él
había buscado en Internet fotos, videos e informes sobre las “pruebas”
de los supuestos ataques químicos del gobierno de Siria y lo que vio le
había “convertido en un escéptico”.
Conflicto sectario
Desde
la victoria del Ejército sirio y Hezbolá en Al Qussair, la
Administración estadounidense trabaja en otro plan, el de desencadenar
un conflicto entre musulmanes sunníes y shiíes. Idriss afirmó después de
esta derrota para los grupos armados que “5.000 efectivos de Hezbolá”
habían participado en la operación.
La
esperanza de EEUU es la de “poder obtener el apoyo de todos los
componentes de la oposición para Salim Idriss”, señala el Post, que
añade que cuando Washington crea que Idriss ha logrado esa fuerza
entonces trabajará para derrocar a Assad e impedir, al mismo tiempo, que
se repita lo que sucedió en Iraq, donde se creó un vacío político tras
la caída de Saddam Hussein, lo cual provocó consecuencias nefastas para
la ocupación estadounidense en ese país. El artículo concluye diciendo:
“Si los norteamericanos quieren evitar la emergencia de una Siria
takfiri hace falta que Idriss se convierta en un dirigente político
fuerte que se gane a los corazones y mentes de los sirios.”
Cálculos erróneos
Sin embargo, la estrategia de EEUU está basada en unos cálculos que podrían resultar erróneos.
En
primer lugar, los individuos a los que Washington apoyó en Iraq
demostraron carecer de un apoyo popular y no hay ninguna razón para
pensar que esto sería diferente en Siria. El fortalecer una figura como
Idriss, que goza del apoyo abierto de EEUU, podría resultar una misión
difícil o imposible, ya que el pueblo sirio ve a Idriss como una
marioneta de los estadounidenses. Además, la figura de Idriss dicta
mucho de ser conciliatoria, como demuestran sus ataques públicos e
insultos contra los shiíes.
Por
otro lado, nada indica que los grupos más extremistas vayan a quedar
debilitados. Ellos tienen armas y dinero y, según enseñan los ejemplos
de Afganistán y Libia, los grupos y líderes minoritarios apoyados por
Washington acaban siempre perdiendo el poder en favor de grupos más
radicales o que tienen referencias religiosas. A esto hay que añadir que
la oposición siria está dividida en infinitos sectores y corrientes y
esto también se aplica a las bandas armadas.
Cabe
señalar que los cargamentos de armas enviadas por Arabia Saudí a Alepo
han caído en manos no sólo del ESL, sino también del Frente al Nusra.
Ambos grupos cooperan sobre el terreno y también se venden e
intercambian armamento los unos con los otros. Además, Riad y Doha
apoyan a grupos de ideología takfiri en la creencia de que esto servirá
para neutralizar la influencia de Irán en Siria.
A
esto hay que añadir que el ESL está compuesto por militantes no menos
fanáticos que los del Frente al Nusra. De hecho, muchos de los crímenes
atroces y ataques a símbolos religiosos que se han producido en Siria en
los últimos meses no son obra de esta última organización, sino del
ESL.
Por
último, la utilización del sectarismo conlleva sus riesgos,
principalmente la extensión del conflicto a Iraq, donde las mismas
bandas que operan en Siria continúan llevando a cabo abiertamente actos
de terrorismo contra los shiíes y los sunníes moderados. No cabe excluir
una reacción de estos últimos contra los grupos extremistas takfiris no
sólo en el propio Iraq, sino también en Siria. De este modo, Washington
se está implicando en un conflicto muy peligroso contra el mundo shií y
buena parte del mundo sunní que rechaza las posturas takfiris, además
de contra otras minorías sirias como los alauíes o los cristianos.
Por
otro lado, Rusia no está dispuesta a perder su influencia en Siria y
dejar que EEUU se apodere de ese país. El ministro de Exteriores ruso,
Serguei Lavrov, ha señalado ya que Moscú no piensa permitir que la
Conferencia Ginebra-2 tenga un resultado determinado de antemano o
suponga una “capitulación” del gobierno de Siria ante los grupos armados
apoyados por Washington y sus títeres.
Hoy
por hoy, Bashar al Assad continúa siendo la única fuerza capaz no sólo
de mantener Siria unida, sino también de otorgarle una estabilidad y
mantener un estado laico, que otorgue protección a todas las
confesiones. La alternativa sería una situación de caos y
desintegración, donde el poder caería en las manos de fanáticos
extremistas o marionetas al servicio del imperio estadounidense y donde
podría producirse un genocidio contra las minorías religiosas al que ya
apuntan algunas acciones criminales llevadas a cabo por los grupos
takfiris, incluyendo el ESL.
Es
de esperar, pues, que Rusia, Irán y otros muchos amigos, reales y
auténticos, de Siria actúen para proporcionar a los sirios más y mejores
armas, que ayuden a frustrar los planes de EEUU y sus títeres árabes
contra Damasco y, sobre todo, a salvar el país.
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